La Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) envió una carta al señor Rodrigo Chaves, presidente 49° de Costa Rica en saludo a su toma de posesión.

En el escrito exponen la situación de salud, física y emocional de las personas presas políticas del gobierno de Nicaragua, específicamente el deterioro de la salud de los reos de conciencia mayores de 60 años, que por ley deberían estar en sus viviendas.

“Referimos al presidente Chaves que actualmente son más de 180 ciudadanas y ciudadanos que hoy están en las cárceles de nuestro país por pedir elecciones libres, justicia y respeto a los derechos humanos en el país” reza la misiva.

A la vez recuerdan al gobernante tico que son más de 355 personas las asesinadas durante las protestas que iniciaron de manera pacífica las y los nicaragüenses en contra del gobierno de Ortega.

La carta tiene como objetivo, solicitar que durante la gestión del Rodrigo Chaves, se continúe con la política de brazos abiertos y de protección a quienes huyen de “regímenes autoritarios” como el que hoy viola los derechos humanos de los nicaragüenses.

La carta fue firmada por los integrantes del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco, y a través de ella esperan “que el Gobierno de Costa Rica mantenga, en los distintos foros internacionales, su respaldo al anhelo de nuestro pueblo de poder vivir en una sociedad democrática, con libertad y justicia”, alegan.

Entre finales del año 2021 y el primer trimestre del 2022, se ha duplicado el número de nicaragüenses refugiados y solicitantes de asilo en Costa Rica.

De acuerdo con las cifras más recientes que conoce ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, las personas desplazadas suman más de 150.000, lo cual representa el 3% de la población total de Costa Rica, que consta de cinco millones.

Dichas cifras confirman que, a febrero de 2022, el número de personas de Nicaragua que buscan protección en Costa Rica supera el total de refugiados y solicitantes de asilo que hubo en la década de 1980 con las guerras civiles centroamericanas, momento en que Costa Rica se convirtió en un santuario para quienes huían de la violencia, según ACNUR.