Ser defensor de derechos humanos en Nicaragua, “es una actividad de altísimo riesgo”, asegura Juan Carlos Arce, defensor de derechos humanos del colectivo Nicaragua Nunca más, quien desde el año 2018, salió al exilio en Costa Rica, para salvaguardar su integridad física.

Arce, fue miembro del equipo de trabajo del Centro Nicaragüense de derechos Humanos CENIDH, organización que, en diciembre del 2018, fue despojada de su personería jurídica y cerradas sus oficinas por el gobierno, mientras colaboraban con información al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), que registraban los hechos ocurridos durante las protestas en ese mismo año.

Abogado de profesión, pero asegura que la forma de presentarse es como defensor de derechos humanos, por lo que se describe como una persona comprometida con lo que hace y apasionado con las ideas que defiende, sobre todo en este momento en el que asegura “se vive la peor crisis de derechos humanos en el país”.

En su experiencia como defensor de derechos humanos, Juan Carlos Arce, ha enfrentado distintas situaciones que han puesto en riesgo su seguridad, pero asegura lo más difícil que le ha tocado vivir es el exilio, pues en el año 2019 falleció su mamá y no pudo estar presente en Nicaragua para darle el último adiós.

En esta entrevista a Radio Darío, nos comparte su experiencia, las vivencias y situaciones que le ha tocado enfrentar en estos últimos años y nos brinda un análisis de la situación de Nicaragua en materia de derechos humanos.

¿Como se define Juan Carlos Arce?

No sé, es primera vez que en una entrevista me preguntan cómo me describo, así que me parece interesante, creo que soy una persona muy comprometida con lo que hago, tuve la oportunidad de nacer en una familia con muchas limitaciones, pero de gente humilde y honesta que me enseñaron a luchar por lo que quiero y  hacerlo de manera transparente.

¿Qué recordás de tu infancia?

Soy padre de tres niños y un adolescente y veo que el contexto es totalmente distinto. Tuve la oportunidad de crecer y vivir mi adolescencia en la época de los 90 una época marcada por mayores libertades, pero difícil económicamente, pero recuerdo ir al mercado con mi papá en un carretón, íbamos al Oriental por la mañana yo me iba adelante, iba feliz, son tantas cosas, así como que muy bonitas.

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¿Cómo te vinculaste a la defensa de los derechos humanos?

Mi vida ha estado marcada por la presencia de una serie de personas entre ellas María López Vigil, una destacada escritora y periodista. Mi tío por más de 20 años fue su jardinero, entonces recuerdo haberla conocido desde pequeño. Me sugirió hacer pasantías en el CENIDH, y ahí fue la primera vez que yo hice el vínculo real del derecho como carrera y la defensa de los derechos humanos con otras personas.

¿Cómo fue tu experiencia en el CENIDH?

Tuve la oportunidad de estar en tres momentos diferentes, como pasante a inicios del 2000, 2003. Como coordinador de la filial de Matagalpa en donde tuve siete años y aprendí de la doctora Vilma Nuñez, Gonzalo Carrión, Bayardo Izaba, Javier Pérez Ríos, Mauro Ampié, de los primeros directores del CENIDH. Luego en 2018 me trasladan a Managua y ahí tuve la oportunidad de acompañar a decenas de familiares de víctimas de la represión durante las protestas de abril 2018.

¿Lo más difícil que te ha tocado vivir como defensor de derechos humanos?

El cierre del CENIDH en el 2018 fue una situación muy difícil, en un momento dijimos vamos a seguir, pero la verdad es que no era sostenible para una parte del equipo, al menos para mí dentro de un análisis de riesgos continuar allá, considerando los riesgos para la familia, los temores de que llegaran allanar mi casa y no porque me detuvieran, sino porque mis hijas pequeñas estaban ahí. Entonces tome la decisión con otros defensores y defensoras, alrededor de 8, entre diciembre 2018 y enero 2019, salimos de Nicaragua y nos exiliamos en Costa Rica.

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¿Cómo se evidencian las violaciones a los derechos humanos que viven los defensores?

A uno le cuesta muchísimo reconocerse como víctima, porque en las distintas escuelas que hemos tenido, el defensor está al servicio de las otras personas 24/7, pero un defensor es también un ser humano que se cansa, que de pronto no tiene la fuerza y bueno toca sacar fuerzas de donde no hay para continuar tu labor. Nos cuesta mucho buscar la atención psicosocial, cuando llegamos aquí a Costa Rica nos dijeron que necesitábamos atención, pero muchos dijimos que no, que en otro momento.

¿Cómo defender los derechos humanos desde el exilio?

Una cosa es defender los derechos humanos con las limitaciones que tenes allá en tu tierra en tu país, y otra cosa es defender derechos en el exilio, en un país que ha hecho esfuerzos importantes para acogerte, pero al final no es tu país. Es una cultura institucional distinta, son estructuras jurídico administrativas completamente diferentes, entonces todo es un aprendizaje.

¿Cómo se ve Nicaragua, a nivel internacional en materia de derechos humanos?

Yo estuve el año pasado en Irlanda y personas que estuvieron ahí que antes estaban muy cerca al gobierno de (Daniel) Ortega, hoy en este momento están haciendo acciones y cuestionando al gobierno nicaragüense, porque lo que pasa en Nicaragua en este momento no es defendible, no es posible construir argumentos que permitan defender lo que pasa en el país.

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En materia de derechos humanos ¿Qué efecto puede tener el proceso electoral que promueve el gobierno?

Es grave en el sentido de que Nicaragua desde los años 90 había apostado a las salidas democráticas a través de elecciones, pero este gobierno lo que ha hecho es aniquilar esa posibilidad y eso alienta a la violencia.

Aquí ya no hay posibilidad de una salida electoral, mi esperanza es que con la presión internacional en algún momento se puedan, repetir las elecciones con garantías, ese sería el mejor escenario.

¿Tu mensaje a las y los nicaragüenses?

No perder la esperanza, hay que seguir, hay que resistir y hay que persistir, no podemos darnos el lujo de perder la esperanza, vivimos tiempos difíciles evidentemente, tiempos en los que hay que cuidarnos, pero hay que seguir y hay que resistir frente a esta arremetida brutal del gobierno de Ortega