Tiene 97 años, León y el país entero, tiene hacia él una deuda impagable por sus aportes a la medicina. Se trata del doctor Jaime Granera Soto, quien ahora se encuentra en la Unidad de Cuidados Intensivos, UCI, del Hospital Escuela Oscar Danilo Rosales HEODRA, tras sufrir complicaciones de salud. Su estado es delicado.
En broma unos y en serio otros, cuentan en León que Granera Soto tuvo alguna responsabilidad en los poderosos puños de Alexis Arguello. Lo que es cierto, es que pudo salvarle la carrera, pues le atendió una fractura antes que alcanzara los brillos que después logró y fue su última opción médica, después que otros le habían dicho que todo había terminado para “el Flaco Explosivo”.
Quienes conocieron al médico, lo describen como un hombre inquieto. Siempre quiso hacer más por su prójimo. Quiso ser sacerdote, pero terminó seducido por la medicina, la que decidió tomar como profesión de vida a principios de los años 50. Se especializó en Ortopedia y Traumatología en una universidad de New York, Estados Unidos.
El doctor Granera, es considerado entre sus colegas médicos una eminencia de la medicina. Fue fundador del departamento de Ortopedia y Traumatología en la ciudad universitaria, le llamaban “el doctor”, “el padre” y “el maestro” por su larga trayectoria profesional. El regreso a su tierra natal (León) después de finalizar sus estudios, le permitió innovar y aportar desde su ramo a la salud de los nicaragüenses.
Marcos Peralta, sobrino de Granera, recuerda que su tío fue un excelente estudiante, profesional y cristiano dedicado al servicio de su comunidad. “Estoy seguro que él hubiera preferido ejercer el sacerdocio antes que la medicina, pero el destino quiso que fuera diferente para favorecer al pueblo nicaragüense porque hizo mucho como médico”, cuenta Peralta.
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Humanista e ingenioso
Peralta, contó que Granera siempre pensó que debía volver a León para aportar al sistema de salud de su país. Lo primero que hizo fue trabajar en la formación de ortopedistas y traumatólogos, mientras atendía en el viejo hospital San Juan, en tiempos en que no había ni instrumentos para tratar los problemas óseos.
“Mi tío es un hombre humanista porque nunca hizo fortuna con su carrera” recuerda el sobrino. “Realizaba cirugías gratis a quienes no podían pagarlas y parte de lo que ganaba lo invertía en crear instrumentos para los pacientes porque era difícil adquirirlos en aquel entonces por los altos costos”, relató.
Al doctor Jaime Granera también se le reconoce su dedicación en la creación de un taller para calzado ortopédico con sus aparatos en los años 60, en esa época, envió a un colaborador a capacitarse a Guatemala para que aprendiera a elaborar los zapatos ortopédicos y así fue como comenzó a funcionar el taller en el mismo hospital.
Salvo la carrera del “Caballero del Ring”
El nombre de Alexis Argüello, resuena entre las anécdotas que se escribieron en viejos reportes periodísticos sobre la vida del ortopedista leonés.
Según los relatos de aquel entonces, Alexis habría sufrido una fractura en los nudillos de dos dedos de la mano derecha. Su preocupación comenzó a partir del diagnóstico que había hecho su médico al asegurarle que ya no podría boxear, pero el campeón no quería darse por vencido y buscó una segunda opinión. Llegó donde Granera, que ya era un apellido conocido en su ramo.
Fue así como Alexis, se encontró con el especialista en Ortopedia y Traumatología, Jaime Granera Soto, en el hospital San Vicente. Ahí le indicó que le practicaría una cirugía para ponerle unos platinos temporales y restablecer el daño, mientras tomaba reposo. “No sabemos si en serio o en verdad, nací oyendo de mi tío que después de su tratamiento, el campeón pegaba más fuerte. Otros que conocen la historia bromeaban diciéndole a mi tío que le había dejado los platinos en los nudillos y por eso noqueaba”, cuenta entre risas el sobrino.
Lo cierto es que Argüello volvió al ring y comenzó la carrera que todos conocemos. En reconocimiento, Argüello volvió y le obsequió un trofeo al médico que según él boxeador, le había restablecido su mano. “Fue el caso más sonado en esa época y un muy buen recuerdo que mi tío siempre contó”, dijo Peralta.
El doctor Granera Soto tenía siempre ese buen recuerdo del tricampeón nicaragüense. Recordaba a Argüello como un joven entusiasta, disciplinado, y con deseos de superación; quería ser ejemplo para la juventud. “El volvió para agradecerle. Les donó una refrigeradora para la sala de ortopedia del Hospital San Vicente de Paúl; como agradecimiento por la atención médica recibida por el equipo de especialistas en el hospital y a mi tío le entregó el trofeo”, relató el pariente del reconocido galeno.
“Jaime fue un sabio en el ejercicio de la medicina. La ortopedia moderna nace en León con el doctor Granera. Logró curaciones maravillosas en el ejercicio de su especialidad. A León venían a buscarlo pacientes de diferentes departamentos del país, y de otros países incluso. Y en él encontraban no sólo curación de sus males, sino también consuelo y empatía”, manifestó por su lado el doctor Arnoldo Toruño.
Reconoció que sus conocimientos y su pericia “los compartió generosamente con quienes fuimos sus alumnos en la Facultad de Medicina, y particularmente, con quienes se especializaron en Ortopedia, que luego se extendieron por todo el país a brindar atención en este campo”.
Por su lado, el doctor Orlando Navarrete, médico anestesiólogo, se refirió al doctor Granera, como “el maestro de maestros de la ortopedia nicaragüense. El hombre educado y de buenos principios que ocupa el mayor escalafón en su carrera”.
“Recuerdo que antes, los pacientes que se quebraban el fémur los amputaban porque no se conocían las técnicas de fijación interna y externa, ni se tenía la experiencia, pero cuando él vino, eso cambió”, dijo.
Un médico muy católico
El doctor Jaime Granera Soto, originario del barrio San Sebastián, fue siempre un sacerdote de vocación. Por su entrega al cristianismo, logró que monseñor Bosco Vivas Róbelo, obispo de León lo consagrara a los 45 años y le otorgara funciones sacerdotales.
De acuerdo con sus familiares, el doctor Granera nunca dejó de estudiar, siempre estuvo preparándose en posgrados y doctorado en su carrera, también en teología y filosofía por su entrega al sacerdocio, logrando alcanzar el título de monseñor. Era muy amigo del obispo Bosco Vivas Robelo, con quien tenía una cercanía de hermandad.