Hasta hace cuatro años, Mercedes llevaba una vida normal. Padecía como cualquier persona una que otra enfermedad muchas veces pasajera, pero los golpes de la vida y el avance de su edad la complicaron.
En el 2018, su vida giró 180 grados, pero para mal. Empezó a presentar hinchazón en las manos y pies, tobillos y párpados, comezón en todo el cuerpo, náuseas, vómito, fatiga, pérdida de apetito y pérdida de necesidad de orinar, lo que le alertaban que algo no estaba bien.
“El 16 de noviembre de ese año, el nefrólogo del INSS (Instituto Nicaragüense de Seguridad Social) me diagnosticó Insuficiencia Renal Crónica, ya que mi cuerpo necesitaba urgentemente terapia sustitutiva renal o hemodiálisis. Los análisis arrojaron que debían realizarse tres veces por semana y me toca hacérmela los días martes, jueves y sábado”, cuenta.
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Explica que la hemodiálisis es un tratamiento que se utiliza para filtrar la sangre de toxinas y de agua, “como lo hacen los riñones cuando están sanos. Nuestro cuerpo excreta a través de los riñones principalmente, todo lo que nos sobra, que ya no son nutrientes para nuestro cuerpo”.
De acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la enfermedad renal crónica del riñón, también llamada Insuficiencia Renal Crónica, describe la pérdida gradual de la función renal.
“Los riñones filtran los desechos y el exceso de líquidos de la sangre, que luego son excretados en la orina. Cuando la enfermedad renal crónica alcanza una etapa avanzada, niveles peligrosos de líquidos, electrolitos y desechos pueden acumularse en el cuerpo”, cita el sitio web.
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Hospitales públicos, todo un caos
Esta adulta mayor lamenta que la atención en los hospitales públicos, en cuanto a insuficiencia renal crónica sea mala. “Es triste”, dice. “Decenas mueren esperando que los atiendan, hace unos años, falleció un amigo y el esposo de una amiga, esperando ser atendidos en el Lenin Fonseca”, relata en tono triste.
Esta paciente considera que, en el INSS, donde la atienden por Insuficiencia Renal Crónica, hace falta personal médico, sobre todo especialistas.
Doloroso tratamiento
¿Es un tratamiento doloroso? –Preguntamos– Doña Mercedes, responde que “el cuerpo se va adaptando a los pinchazos, pero no a los calambres que provoca”, principalmente si uno anda con mucha agua en el cuerpo.
“Es agotador estar pegado a esa máquina por tres horas, tres veces a la semana. Al inicio el cuerpo se resiste, yo pasé muy mal las primeras seis sesiones. Con mucho vómito y diarrea”, relata Mercedes, a cuatro años de haber sido diagnosticada.