Una emprendedora por excelencia. Es la historia de Ana Francisca Traña Velásquez, una mujer originaria de la ciudad de La Paz Centro que pasó de vender tortillas en las calles y golosinas en los trenes, a ser una empresaria turística.

Ana Francisca, en sus deseos de superación, irrumpió en la crianza y engorde de cerdos para alcanzar mejores ingresos económicos para el sustento de su familia.

En el año 1960, siempre en su afán de ir hacia adelante como industriosa, decidió cambiar su forma de trabajo y puso una refresquería a orillas de la Estación del Tren de La Paz Centro, con recursos propios.

Mandó construir una pequeña caseta y pagó dos cuadras de zanjeo para llevar agua potable al lugar, y más tarde inició a vender sus deliciosos refrescos y repostería.

Un valor agregado de su refresquería fue la limpieza, el gusto por su arreglo personal, la amabilidad con que trataba a su clientela y la variedad de refrescos y repostería ofrecida a una muchedumbre de viajeros que pronto la hicieron famosa, detalla el ensayista Reynaldo Hernández.

“Todavía existen personas que recuerdan la forma perspicaz de ofrecer fresco de cacao, ¿Cómo lo querés?, preguntaba. ¿Con anillo o sin anillo?

“Sin anillo significaba que se quitaba un gran anillo de oro que portaba en el dedo, mientras que con anillo se oía el característico sonido del molinillo en la jícara espumosa del fresco de cacao”.

Aun siendo autodidacta su imaginativa proyección empresarial y administración adecuada de los recursos económicos, le permitieron establecer otros servicios prósperos. En el año 1976 compró un terreno a orillas de la carretera León-Managua donde construyó el reconocido Bar y Restaurante “Santa Ana”, y años más tarde, inauguró también la refresquería “Santa Anita”, cuenta el escritor paceño.

“Siempre fue generosa con su estirpe, y fiel devota de la virgen de Guadalupe y tenía como costumbre regalar comida a los reclusos de un centro penitenciario”, sostiene Hernández.

Ana Francisca solo procreó un hijo, de nombre Fabricio Ortega y desde entonces prometió asimismo no tener una nueva pareja y se vistió por muchos años con vestidos blanco, murió a la edad de setenta y nueve años, agregó historiador Reynaldo Hernández.