A Mercedes Urroz, se le ve todos los días vagando por las largas y angostas calles del centro histórico de la ciudad de León. Se distingue entre los demás por su desgarrada vestimenta, semblante envejecido, piel reseca, manos con costras de suciedad y uñas largas, así como el molesto aroma ácido que despide de su cuerpo por la falta de higiene y la resaca de alcohol.
El abandono de la familia, los problemas económicos y la indiferencia son sin duda los peores males que llevaron a esta mujer de 56 años, a perderse en el alcohol y terminar en el mundo de la indigencia que día a día crece en un país, aunque se intenta ocultar a toda costa.
Cada calle de esta ciudad alberga a una mujer, un hombre, o un niño que peregrina día y noche en condición precaria en los mercados, paradas de buses, parques, iglesias, hospitales, y barrios.
Juan José Arévalo, hizo una especie de peregrinación desde el estado de Hidalgo, México. Lleva más de 11 años viviendo en las calles de León. El hombre, con acento azteca todavía, cuenta que sobrevivía de “la cantada” en México, pero tuvo que huir y se refugió en Nicaragua luego que un cartel mató a sus padres, esposa y dos hijas, el amanecer de un 24 de diciembre cuando lo vincularon a la pérdida de una “merca” (droga) que se habían desaparecido en el trayecto a los altos de Pueblas.
“La neta soy como el gavilán, vivo en las calles en condiciones precarias”. Si me acerco a este árbol aquí me quedo, pero si hago mis trabajitos lustrando zapatos, haciendo algún rumbo o algunas veces pidiendo. Aquí los indigentes sufrimos del frío, sol, lluvia, pero nunca falta el bocado de comida que nos dan personas caritativas”, dijo.
Amor a la intemperie
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Cuenta que hace tres años conoció a Urroz, con quien estableció una amistad y luego una relación de pareja. Juntos han aprendido a sobrevivir a la intemperie. En sus primeros días en Nicaragua, estuvo albergado en la casa hogar Enrique Vivas Róbelo, fundada por el Obispo Bosco Vivas, ubicada en la esquina opuesta del colegio María Eugenia, en la ciudad de León.
A esta pareja se les ve reunidos todas las tardes en la acera del templo La Recolección. Junto a otros indigentes, esperan la caída de la tarde para luego trasladarse frente a la estación policial donde pasan las noches cubiertos con cajas de cartón.
Se calcula que más de 300 indigentes vagan en esta ciudad afectados por su situación económica, los conflictos familiares, su vulnerabilidad social, las malas elecciones de vida o los problemas de adicciones. Pero el denominador común es que no cuentan con algún tipo de apoyo gubernamental que los auxilie ante estas situaciones.
Mercedes, por ejemplo, tiene más de 5 años viviendo en la calle. Allá la orillaron los problemas familiares y terminó en las garras del alcohol. No trabaja más y vive de la caridad de otros.
Obras caritativas
Actualmente un grupo de feligreses pertenecientes a la hermandad Orden Franciscana Seglar, atienden a más de 150 personas en situación de indigencia, a quienes alimentan los días lunes, miércoles y sábado en el comedor del templo San Francisco de Asíos. Sin incluir los 500 que llegan en cada navidad.
La obra es apoyada por familias altruistas de León, con quienes coordinan la entrega de alimentos, pago de limpieza del local, compra de gas, mejoras o preparación de la comida.
“Esta obra inició desde 1969 cuando la orden franciscana vieron la necesidad que tenía el pueblo con personas indigentes, huele pega, madres solteras con varios hijos, desempleadas, ancianos abandonados por la familia, y niños de las comunidades en condición de extrema pobreza”, contó Juan Miguel Téllez, encargado de uno de los comedores.
Tellez recordó que entre el grupo de indigentes está “El tico”. “Este indigente lleva años viviendo en la calle y comiendo en el comedor a pesar que tiene su casa y sus hermanos, pero nadie se preocupa por él. Donde le agarra el día, o la noche, ahí se queda, pero siempre tiene un lugar en esta mesa para comer”, dijo.
Aclaró que no existe un presupuesto para cubrir estos gastos, sin embargo, dejó entrever que la mejora viene por donantes como la benefactora Inés, una empresaria de León quien tiene 20 años entregando desayuno (gallopinto con huevo, café, azúcar y pan dulce) y la Fundación Ortiz Gurdián, quien aporta con la mejora y granos para el almuerzo.
“Hay días que se cocina carne con verdura, spaghetti, pollo con papa, arroz aguado, indio viejo, torta de carne, dependiendo lo que se tenga. Estamos en crisis y nos preocupa no continuar con la obra de Dios”, mencionó Téllez.
El encargado del comedor puso a disposición de la ciudadanía el número telefónico 8574-3819 para todo aquel que quiera seguir apoyando esta obra social.
La indigencia, tema complejo
El psicólogo Jorge Velásquez, manifiesta que Nicaragua necesita una verdadera identidad a nivel colectivo e individual, que genere entender el origen de la indigencia.
“Las mentes colectivas deben de ser productivas y deben arrancarse esa muletilla que repite la política asistencialista de un sistema de gobierno carente, deficiente que no tiene planes y que sólo promueve un progreso inexistente”, asegura.
Para Velásquez en la vida de un indigente se esconden heridas que en algunos casos nunca se cicatrizan y termina siendo protagonistas de historias que parece sin retorno, sin embargo, aseguró que, con la asistencia y el apoyo necesario, algunos encuentran el camino de regreso a la reinserción en la sociedad y consiguen encauzar su vida.
El experto sugiere que el sistema de educación y la política del Ministerio de la Familia debería ser transversal. Una política de formación o inversión de emprendedores. “No existe ninguna política de ese tipo”, señala.
A su criterio se debe trabajar desde el Estado en fomentar métodos de crianza enfocados al establecimiento de metas y objetivos, económico, social o de vida, o planes de vida a temprana edad porque de lo contrario la tendencia será que haya más indigentes”, puntualizó.
En la ciudad universitaria a diario se ven señores obligados a salir a pedir a las calles, porque son abandonados por los hijos y no tienen para compararse el medicamento y sus alimentos. “Pero la indigencia también va más allá, porque es un modo de vida para muchos, tener un ingreso y un sustento de los alimentos, o mantener el vicio de la droga o alcohol”, advirtió el experto.